El hombre quisiera ver su reflejo en el agua,
ya lo mira: coloreado con llanto de sirenas varadas,
su cabello lo peinan gruesos moscardones de moho,
la transfusión no se detiene, el cielo se despoja de sí.
El hombre se siente solo y autoarañado por sus lágrimas,
el río ya no responde, su cauce es un cementerio
y sus aguas un tranvía donde se devanan las estrellas.
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