¿Será necesario llorarle al silencio cuando ya no respira?
¿Será necesario blandir un ramo de flores de duelo?
El vacío agita sus alas, erige en su interior una nueva
pirámide,
un legajo de alambiques cuenta las irrevocables gotas de la
muda niebla.
¿Es necesario resaltar con marcador aquella noche de despedida?
El laberinto es otro puñado de caracolas dibujadas con
lienzos de espejismo.
Muchos llorarán, otros jugarán a los naipes para ganar un
poco de fortuna;
allí, tras la puerta, el muerto consigue la forma de abrir sus
ciegos ojos,
humedece sus párpados y se da cuenta de que su muerte
fue solo una prueba de que la vida es una barca vacía.
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