Imagen tomada del Blog de Grossi, Eduardo G.
A: Mauricio Vallejo Márquez
Como entrañas en el petate: las plumas de aquel pájaro azul, aquel pájaro que engrasaba los motores de la libertad, ese Vallejo que trocaba y que jugaba dominó en la mesa de la muerte; pero sus versos aún viven en las paredes, viven en los corazones de aquellos vates y lectores, perviven en el calcañar del torogoz salvadoreño. Hemos tenido poetas y tenemos poetas: que hoy navegan en los escombros de la noche, viajando a través del espejo, escribiendo en las fauces de los árboles, sollozando a la orilla de las cataratas de su mismo entrecejo, viviendo para poetizar al país y al orbe, haciendo el amor con las metáforas y liberando el sarcasmo de sus correas; no importa como hayas muerto o desaparecido, amigo Vallejo, humildemente moriste luchando; Feliciano Ama está contento, contento porque tuviste que fenecer por el pueblo y para el pueblo. Hoy, en esta prosa que quizá nadie lea, le escribo una epístola a tu hijo, una epístola sin epitafios ni flores, nada más con palabras de aliento y sabor a barro mojado; nada más me queda por decir: que el resuello de tus palabras se posa en las flores, incluso cuando la chiche juega con su pezón en nuestros labios, los aguijones de las abejas que ayer murieron, hoy se palpan en nuestras bitácoras azules; sin embargo, las generaciones avanzan y los libros fenecen; pero la escritura no muere, mientras existan escuelas rurales y urbanas, donde se enseñe el lienzo de la literatura transparentemente. No soy político, pero soy democrático, así como vivo y escribo, así le sonrío a las navajas; ¡malditos los que confunden la democracia con la puerca política!; como dijo Gengis Kan: "Soy el castigo de Dios, si no hubieses cometido grandes pecados, Dios no habría enviado un castigo como yo sobre ti."
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