Tras la espesura de la bruma:
vos y tus cerrojos de porcelana;
éste es el momento en que los cuervos
afilan las garras en las rocas del estereotipo;
─salta a la luz la inocencia de las begonias
y en su interior, la pulcritud de las almendras.
(A trasluz, el hilo de encaje que recubre sus quimeras.)
Desde hace tiempo, los laberintos provienen de las campánulas,
la hiedra se ve acorralada, sufre contra el abrevadero.
Después de todo, el cerco no se cruza hasta que esté listo el portillo.
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