Desde la nada, la niebla acoge soledades.
¡Oh Lucía cuánto sonreías! Desde mi asiento veo
como tu sonrisa se desvanece al verlo;
eres una oración suicida, una congoja que aviva el fuego;
entre mi tinta te asfixias con tus propias fustigaciones.
Tus ojos caminan de pronto hacia lado izquierdo del asiento,
¿te acuerdas de aquel arcoíris que te prometió el cielo?
Ahora él te entrega el infierno en una mirada; bogas y naufragas,
no floreces, mientras tu proa queda para otro astillero.
(La ira musita calma, la venganza se torna lejana.)
Ahora tras aquella neblina: tú y el gato negro de tus lamentos,
ya nada tiene valor para ti, salvo los guijarros y el silencio.
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