He visto ramas mutando osamentas.
He oído la desgarradora nota de un blues sin carne.
(A través de los árboles, la mirada fúnebre del cierzo.)
Quizá me convertí en héroe al internarme en la niebla,
quizá solo fui un gatito ronroneándole a los espejos,
quizá mi temor se convirtió en un lápiz sin cresta;
aquí, ahora, vos y los andenes desfigurados,
¡ay, amor! ¿Por qué me besas sino tienes labios?
Te dejo, sin embargo, me uniré al polvo de tus peldaños
y la gente se preguntará: ¿qué fue de aquel loco
que hablaba con la Luna cuando ni siquiera estaba?
Y yo responderé desde mi ergástula: ¡me fui con ella,
desperté con ella, hice el amor con ella y tuve muchos hijos con ella!
Después de todo, en lo inmutable: la sed de vida de los cardos.
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