Todos los pabellones parecen una burla frente al
racimo de crisantemos.
Golpea desde abajo la inconformidad de las
raíces invisibles del descanso.
─Los cipreses son pequeños adioses con una
dosis doble de agonía.
En los bejucos yacen colgados cada uno de
nuestros insomnios,
cada día empeora la náusea hundida en el pozo
cruel invertido hacia el nosotros.
Somos casi espantapájaros a la orden de la
niebla próxima al desatino.
Y aún brilla el pezón con brotes de epitafio
en cada uno de sus poros.
(La lápida sigue esperando el descenso de mi memoria.)
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