Aún tenemos el descaro de reclamar al cielo
y de preguntar por qué duele tanto al respirarle.
Somos pequeños espejos con grietas en la garganta.
Nosotros mismos buscamos nuestra convulsión
y la dibujamos en pequeños barquitos de papel.
De pronto, el tiempo rebota en los cuartones del polvo,
las nubes sufren y tosen cascajos al ver a tanto hueso intoxicado.
─El musgo ha vuelto a rechazar el traspatio nuestra memoria.
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