─Inverosímil la sangre absoluta de los crisantemos.
Más allá de los vitrales, las sombras ríen como un
espantapájaros,
desamarran el vértigo, carcomen poco a poco la canción
póstuma del estío.
Somos humanos ─y lo somos─, somos lo que resta del páramo de
una cuchara.
Siempre atestiguamos la sangre, no fingimos, no callamos el
mensaje lacrimoso;
ese vacío lo convertimos en un gorro gélido adornado de
insomnio.
Un día de estos usarás los andenes de espécimen para tus
experimentos,
freirás el arcoíris en la cacerola del patíbulo; mas no
habrá arca, ni arcanos,
únicamente la saliva escupida en las ventanas, donde cada día escurre la tragedia.
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