Y, aunque las sombras dictaminen black ice,
a manera de espantapájaros sobrevive el sótano;
el álamo es una transparente agonía cuando sopla el viento,
en los tejados aúlla la hojarasca con cierta disidencia de petate.
Nadie prolonga el aliento cuando la náusea se mastica en trozos de ergástula.
Nadie golpea su pecho cuando el rocío de la noche es profanado.
¡Nadie! Nadie arroja su miedo al cementerio de chiriviscos.
Amarrarse los ojos, atisbar con las manos desnudas al ciprés que aún jadea.
Tal vez bifurque la distancia de los días. El amor fue pulverizado por una camelia de luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario