Aquel inmutado niño,
con ojos de color barro
y con una silenciosa sonrisa:
venía a pedir a estas aceras traspapeladas,
él hacía sentir su presencia cuando respiraba,
el hambre lo hacía dibujar hasta pájaros en el aire
y la sed se tornaba en él como el desierto más ardiente del orbe.
Nunca supimos qué fue de aquel niño,
nunca supimos su nombre, pues él mismo decía que no existía
y que no sabía cuál era el motivo de su interminable vida.
Percibo en las estrellas a aquel desventurado niño
con la misma pálida mirada llena de heridas.
El cielo supo desde siempre quién era en realidad aquel niño.
con la misma pálida mirada llena de heridas.
El cielo supo desde siempre quién era en realidad aquel niño.
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