La historia continúa y el viento hincha el pómulo de la hojarasca.
Nada se oculta de la anarquía de los metales; resuena aquí y ahora,
esa armónica de huesos, sabemos cuántos relojes acechan con temibles carcajadas.
Se acerca el día en que la bandera rasga sus vestiduras y tañe junto a un diáfano charco.
Desde aquí, me humillo ante los calderos entumecidos del silencio,
la lluvia roza el estertor que el asta iza en la penumbra de un viejo y herido país.
Hundidos espejos gritan desde el abismo, alguien introdujo agonía en el alambique.
En las aceras hay perros de luz y un corazón elaborado con espinas de ixcanal.
(¿Quién dirá que lo que vi se convertirá en algo póstumo?)
─Cada oruga vive dentro de un apocalipsis creado por ella misma.
Mañana se sabrá quién es el jinete y qué color de caballo surcará los cielos.
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