Mientras camino, el estertor se vuelve un espejo,
una esfinge grabada en el epitafio de las orillas;
hay muchos nidos abandonados en el vitral de las cloacas,
hay muchas flores naufragando en el orfanato del simbolismo.
Heme aquí, entre dragones y lobos, entre lotos y plantas carnívoras:
las aceras vomitan el sótano tragado un día antes del patíbulo.
Tenemos muchas alondras en el hueco de nuestras manos,
no son tatuajes, ni dibujos coloreados con crayolas de ozono:
son pájaros cauterizados noche tras noche, son voces femeninas,
que nos llaman y nos gritan desde lo más profundo del pantano.
Somos los más humildes espectros, nacidos de la rechazada ruina del follaje.
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