Las rosas se ven obligadas a amarrarse con los pistilos de la zarza mediocre, ya no hay un orden lógico del libro sagrado, ya no hay vergüenza en los pensamientos del maduro, el cuerpo lleno de pétalos cae en la hojarasca pisoteada por el ermitaño que se hace llamar sabio; incrédulo el padre, incrédula la madre, incrédulo el que no se detiene a analizar este hecho que no tiene nombre. Llega la hora en que el humano debe aprovechar su ignorancia para poder darse cuenta de ella. Sin embargo, esta prosa no cambiará el problema, ya que este altercado necesita más evidencias, necesita más palomas mensajeras, necesita más Organizaciones de las Naciones Unidas, ya que una no es suficiente. Vivo en constantes ajetreos, pero logro detener al cierzo, logro detener al vendaval, tan sólo un momento, al fin de cuentas las hojas se vuelven abono, las sedas se vuelven mujeres. ¿Cuándo acabará esto?, a veces pienso que es eterno, pero sé que sembrando análisis profundo, lograré por lo menos apartar un poco la niebla. Flores, pobres flores, necesito saber su pensar, necesito saber su sentir, necesito saber si el camaleón les daña. ─Ya no sé qué pensar, ya no sé qué significa derecho, ya no sé qué significa vivir─, los escalofríos se hacen presentes en el néctar que despiden las flores, néctar tibio, néctar virgen, néctar aprovechado por el colibrí que tiene negro el corazón, es insoportable esta injusticia, mejor ya no sigo, pudiera cansar al libro...
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