¿Dónde estás?, a caso los cisnes se perdieron, a caso la cigüeña no encontró el camino: Seguro que el transeúnte envolvió tu cuerpo en sábanas, que la ventana por donde entraba el cierzo fue cerrada, que los senos del tiempo amamantaron a otro recién nacido, tal vez, quizá; en cualquier momento la metáfora llegará y te envolverá en su néctar epistolar junto a los bellos poros de tu vientre. Desnudo al vacío el candil apagado del cielo, calzón perdido que yace en la tormenta que apenas humedece el encaje de tu cuerpo. A veces los escombros de tu sombra entorpecen las metáforas del abecedario, ya que en medio de tanta agonía, te encuentras tú: Derramando lágrimas pétreas del medio de tus ojos, plañendo por el celo sexual del animal que te toma por la fuerza, llevando el féretro en tu espalda, sintiendo los espasmos de un embarazo a cada momento; me causa vértigo el pensarte sufrir; pero mientras pasa este tiempo de espinas, desnudaré tu cuerpo con las manos de la pluma que ceñirá la verdad. Ahora te pienso en harapos y deseo estar ahí; tal vez el cabello me lleve hacia ti, porque sé que cada hebra de tu pelo, es un camino que lleva al follaje enredado entre camas preparadas especialmente para que descanses los problemas. La almohada me dijo: ─ El duende le ofreció dinero a cambio de sus servicios─, pero no le creí, ya que la original realidad es que Celina no quiere hacerlo, pero la dureza de la vida la hundió en el fango del pantano más cenagoso de este orbe de alegrías y fantasías...
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