Oigo engrosar sus brazos en las hondas penumbras
y podría oír el quebrarse de una espiga en el campo...
Aurelio Arturo.
La noche seguía
después del ocaso;
sabía que moriría,
nunca llegó el fracaso.
Le teme al leviatán
entre sigilos y silencios;
la arena plañe al patán,
que revela desprecios.
El tiempo era frío
en la madrugada,
pero al llegar el estío,
terminó ensangrentada.
El viento soplaba
en los poros del gato,
ahora muere ahogada
por el maltrato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario