(No quiero ser como el agua que pega gritos de defunción.
Sueño con que algún día ya no sea efímera como los rumores.)
Yo, sueño con despellejar la ingle de los barrancos.
Todavía estás despierta y tu piel dormida;
pero me falta oxígeno para respirar el resuello,
me falta un pecho para que aterrice la agonía
y solo tengo un pliego de papel patíbulo y un cofre de arrugas.
Al final, amor, sabemos cómo es el velo que nos mutila
y desde luego el punto débil; pongamos nuestra sangre en el odre,
pongamos lo único limpio que quizá nos quede, el espíritu.
Después, mezclémoslos en un pocillo de alquimia
y veamos si nuestra magia es un truco en blanco y negro
o una manera más de romper las cortinas de la ceniza.
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