─Aquí, nos tapan los ojos con papel alcantarilla.
Desnudo lo inmutable, fatuo el camino repleto de esdrújulas
y vértigos agudos. Raspa la arena como viento de zarza.
Siempre desciendo al polvo espectral de los prontuarios,
a la lámpara ciega de las redes sociales; nada se encuentra,
salvo la estupidez hervida con tinta de espantapájaros.
(En las noches siempre las navajas hablan de lo sombrío,
tirita mi herida como los añicos del cuerpo bajo el alba.)
Quizá nunca cicatricen las llagas forjadas en el patíbulo,
mas no podemos darnos el lujo de caminar sin bordón,
ni de ocultar en el armario la ponzoña publicada por gorgojos.
─Lo azul cuelga de la rama del ciprés, donde los pámpanos, pirañas.
Mientras en el acantilado, vos palpitáis, junto al vaho rudo del tiempo.
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