La puerta se abre al claroscuro del follaje.
Sobre los relojes detenidos de la dimensión:
el esperma baja como aguijón por los senos de
la nostalgia.
Dime. Dime en qué vientre cabe el feto
apesadumbrado del ocaso,
dime cuántos espectros aguardan en tu ropero. ─Frente
a mí,
sangra el espejo negro de la semana, la saliva
consuetudinaria de las alcantarillas;
bajo mis zapatos incluso los gusanos hacen
ritual a los escombros.
De pronto, una nube de palabras vomita
relámpagos al tocar el aire.
¿Habrá desagüe donde echar los despojos de la
máquina del sufrimiento?
Día a día, el alambique destila más y más
congoja. Detrás de la puerta,
el frío nos alimenta a diario con sus trocitos de escarcha. Vos, desnuda sobre la mesa.
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