Cada noche es una contestadora con alas negras
de retruécanos.
(Es una disparidad la manera en que danza sobre
los pedacitos de intemperie.)
Ante tanto despojo, nos hemos visto en la
necesidad de pespuntar alambiques
y así determinar cuánto solloza un río cuando
vuelve áureo a su sepultura.
En cada lamento hay muchos gatos que juegan a
espaldas de nosotros.
Muchos piensan que por bajar las estrellas y
contarlas una a una,
ya tienen asegurado un arcoíris de hojarasca universal
bajo su silla;
incluso los niños más pobres saben lamentar la
caída de una hoja
o la inevitable extinción de una mariposa con
canas y corazón de plástico.
Al final, solo la Nada podrá explicarnos la razón de todo esto.
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