Sin duda, vomitaré cuando baje del
cielo esa nube obscurecida.
Caminamos por este mundo, aunque
sus sendas estén por desvanecerse.
El espejo nos conduce poco a poco
al Seol. No sabemos de qué están hechos los portales,
¿acaso la esperanza está hecha de
un puñado de corbatas? Cada respiro es una ergástula
y deja a su paso una ráfaga de
campánulas: voces escritas sobre una pared de amatista.
Y llegará el momento en que los
pájaros ya no regresarán a sus moradas,
los
péndulos se detendrán y las hojas volverán a los árboles;
incluso los espejos que fueron
profanados vislumbrarán hacia lo insondable.
Inquebrantable. Somos
inquebrantables cuando descansa en nosotros el follaje;
y suenan a lo lejos las aldabas,
mientras torpemente toco la campana de lo impalpable.
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