Ser o no ser. La razón es un patio donde gritan roncas las
campánulas.
En cada uno de los faroles, el orín vencido, hollado por la
náusea de las moscas.
(Se busca escultor de
sombras, uno que tapice y que también ordeñe los pezones del mausoleo.)
Entre la hojarasca brinca gris el aliento, como una tromba
de espectros,
como una parvada de patos formando una “M” ante el rostro
del abismo.
A medianoche todo es tan sublime y poco inusual, todo
permanece en silencio,
salvo los harapos que a diario muerden el asfalto con cierto
odio y alegría.
Nosotros quizá con una delicadeza hipócrita nos ponemos la
camisa del extravió,
recogemos las colillas aún contraídas por la indiferencia
del semáforo;
mientras a lo lejos, se extirpa el último rostro del universo y es vuestro rostro.
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