Inimaginable la voz del frío con sus cuerdas
bucales ensangrentadas.
A veces nuestros pasos se vuelven una huella inexplicable,
de ahí se agarran con sigilo los
espectros. Frente a la tarde en muletas:
el frío vuelve a su ataúd momentáneo, nosotros
escupimos la piel de los astros,
mientras desciende poco a poco en el horizonte
aquel puchito debilitado del sosiego.
─Servirnos platos de insomnio, ya es tarea de
la noche y sus secuaces,
ya es tarea de usted que pespunta despertadores
para los difuntos.
Jamás mencioné que había juguetes en las gotas
de rocío,
jamás los habrá y jamás será un juego el beber de tus pezones.
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