Hay moscas en la boca agrietada de las
paredes,
en cada una se maneja un epitafio de gatos y
sueños;
dime con qué pañuelo de ilusión limpias al
cierzo.
De pronto, los moscardones se vuelven el
arcoíris más vivo
y vos poco a poco vas perdiendo el reloj
hermético del raciocinio.
En la hamaca se mece el hambre como una
trombosis severa.
Aquí ya no hay lugar para el fanatismo de las
gárgolas,
ni tampoco para la lluvia ácida de los
estúpidos discursos.
Aquí se necesitan cielos bordados de
primaveras y oportunidades,
tenemos los mejores relámpagos, los mejores
amaneceres,
incluso al atardecer la noche entra
aplaudiendo por la puerta principal.
Frente a nosotros, la lejanía con su traje de
mendigo.
─Se ha perfeccionado el espejo.
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