Puede que descarte las abominables alegorías
del tizne,
mas no las palabras escogidas de entre la piel
del charco.
Caminamos entre el cadáver multicolor del
melodrama,
escribimos en las enaguas de la hojarasca
encarnada en las sombras.
No me importan los etcéteras del espejo, ni
tampoco el tartamudeo de las cloacas;
importa, nada más la voz susurrante de las
campánulas. Vos, frente a la ergástula.
Aquí, no necesito de un líder que dirija los cisnes hacia mis páginas.
(Se acerca el consumismo por la retaguardia de
los turbados,
gangrena oscura impuesta por el sistema y sus abismos.)
Dime, ¿dónde cabe la bisutería del arcoíris dibujado
tras un disfraz?
─Hay moscardones en el corazón ebrio de los quirópteros.
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