Es casi probable un alambique en el cenicero del almanaque.
En cada gota de nostalgia se nos hace herrumbre el alfabeto,
la noche llega sin cordura al vaso sediento de los petates;
vos, en cuclillas sobre un sarcófago hecho de girasoles
oscuros,
teñida con las lágrimas atormentadas de los relojes.
Siempre las veletas apuntan hacia la luz oscura de los gorgojos
y nosotros apostamos por la
diáspora de los pájaros,
besamos la ruta de los tímpanos hasta encontrar más
lodazales.
(Nunca están demás los
síntomas, las metáforas guarnecidas bajo el sótano.)
Aquí, el vértigo, acequia donde fluye y regresa hacia el
vacío nuestra existencia.
Ya escuchamos lejos el grito opaco de las horas, todos
duermen,
aunque en sus párpados marchen espectros a altas dimensiones de la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario