Ya hemos viajado muchas veces en el triciclo
rojo de un amanecer dislocado.
─Solo usted sabe a qué saben las polillas
cuando lavan sus patas en el vacío.
Hemos jugado a despertarnos en acantilados,
conocemos el alma agrietada del viento,
dibujamos el lamento con cierto dolor en los
nudillos, desdibujamos el patíbulo,
mientras otros tiñen sus cabellos con el añil
que se pierde junto al horizonte.
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