En
un charco que besó mis zapatos había: una pluma todavía herida y
horizontalmente triste, una
carambola con olor a periódico, un caracol hundido en su propia saliva, un
arcoíris decrépito,
un cielo pintado de estertores, una brújula irritada, una tortuga con ciertos
tatuajes de
penumbra; instinto de cucaracha, un día tan tétrico como el pálpito de
un reloj descompuesto.
Un
sueño. Una realidad. Se viste de calamares el instante. El viento fríe mi
memoria. Sacudo mis
zapatos, el tiempo repica al mirar la hora. No hay ergástula, pero si la espina
dorsal de la discordia.
El mundo gira en torno a la sangre consumada del pantano. Mudo el espejo, mas no el bullicio de las sombras, peces de tormenta enorgullecen el despertar.
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