Mirad todo cuanto tose el jardín del desierto.
Los relojes se excitan, el cabello se inyecta a sí mismo el
alba de hiedra.
Abajo el campanario, mueve a diestra y siniestra las sombras
del silencio;
sacudíos, sacudíos todo cuanto os ha dicho el lobo polar.
Abrid las ventanas, atrapad el aire, chisporrotead como
centella,
extended vuestras palabras cual gaviota sobre el mar de
cristales agónicos.
Ella camina sobre los restos funerarios de un alambique
destemplado.
Miradla, os envuelve con jade y obsidianas caídas del
celeste olivo,
os envuelve como hijos, os nombra como elfos.
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