La mano se encorva al tocar las rosas negras del crepúsculo.
Alguien lleva a cuestas un resoplo de espejos, un cantarito
en llamas,
un ataúd invisible al que todos le dan un adiós mientras
duermen.
El vértigo es un hombre de carne y hueso: llora, sufre,
agoniza,
se baña en lagos de ixcanales y sabe pregonar amor por todo
el mundo.
En los basureros existen las fábricas mejor pagadas del
cosmos:
trabajan escarabajos, hormigas, moscas, moscardones, gusanos
y el bono de luciérnagas es entregado a todos por igual.
El horizonte es otro hombre, y a juzgar por su apariencia,
es otro que aguarda como candelabro. La noche palidece ante el silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario