Vos, incomparable, escucho la esfinge de tu risa.
Tus cabellos rodean, ululan cual hiedra en el desierto.
Por las noches me desnudo a la osadía de la muerte.
El mundo baja como niño bajo un alba desaforada,
escupe fuego, nos arranca la lengua. Bajo el cielo,
bajo la nada, sucede que las hojas son ataúdes
y los pájaros un puñado de tierra pintada con acuarela.
Tantos brotes de espejo, tantos tejados sin Luna,
el mar se ha tragado todo cuanto creíamos real.
El alba, hoy no es más que la herida abierta de la noche.
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