Guarda su herida la navaja
y esconde en la fisura de sus huesos
a la oscura tumba que cavó durante la noche;
al siguiente día:
nosotros como cofres, guardamos tumbas
en nuestros propios cráneos;
leemos letras asesinadas en papel
y terminamos por embalsamar nuestros vértigos.
Es sin duda un temor de espejos
un juego de cartas donde el tramposo
oculta bajo la manga el rumor de fosas;
es de mañana y la podredumbre se ingesta
como daga que atraviesa los pulmones;
a cada momento siento el pálpito
y las llamaradas de gritos desde el núcleo.
Hoy cavo mi propio agujero
e investigo cada hueso de mis entrañas,
antes de que venga la muerte desnuda
y me seduzca para caer en el eterno letargo.
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