Sigue en el sollozo este gato
que espera el regreso de su vista,
en un puchito de nubes escarchadas
-se duerme-
espera el racimo de caricias.
En la cúspide de su hipotálamo
navega en la barcaza hecha de guijarros,
utiliza el tizne como remos volátiles
y atraviesa el panteón de puntillas.
Cae sonámbula la copa del amanecer,
luego se desposa con el mediodía moribundo
y en el otoño de la noche, las runas brillan.
Pero el silencio no contiene piedad
ni plumas exóticas envueltas en neblina,
únicamente cuervos sin escapularios
dispuestos a sacar el ojo del espejo.
Sigo viendo a lo lejos del páramo
como el pájaro se lleva mis ojos;
ya es hora de recuperar el vértigo
y traer del horizonte
un puñado de lágrimas.
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