Misterio Ciudad de Miguel Navia
Vuelvo a lo asible de las ergástulas
al epitafio que por debajo de la lengua
sacude el polvo hermético de los espectros;
nada es posible, salvo si los girasoles giran
en torno a los diluvios metafóricos del espasmo.
He vivido de pasadizos secretos, cada ladrillo
lo llevo como lágrima edificada dentro de mis espejos.
¿Acaso la palabra se ha subido al columpio
y ha caído libremente en el petate de la ciénaga?
o quizá ¿Los panfletos son los responsables del lodo
y el arcoíris, el verdugo fantasmal de la democracia?
A veces finjo no ser parte de los despojos
pero el polvo corroe mi desgraciada herencia;
también me ha dado por hacer manicomios
de la podredumbre de las sanguijuelas
y alimentar de sus propios misterios
a la locura que subyace del coágulo.
Hoy permanezco: en la rehabilitación de mis lámparas, en los bisturís de mis veinticinco corazones, en los paisajes con rumor de páramos, en los cines con sabor a rameras, en los cafés que humean el cáncer de la tierra y en los misterios del cenicero de las tarántulas.
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