En el pálpito del aliento bifurcado
las escaldadas lágrimas de la marea;
se cristalizan los escombros del vértigo
y las jaurías aprietan con sus mandíbulas.
La montaña cae al filo del hacha
pero la ilusión de la utopía queda
y los acantilados surgen de las zarzas
salvo cuando el abismo calla sus acertijos.
Pronto los cuervos se verán unos a otros,
ojos de espejo, miradas trituradas por la nieve.
La escarcha sube la presión de las arterias
y los explosivos salen disparados por la boca.
Ya caen huesos envueltos en copos de nieve
helado próximo al sufrimiento de los árboles.
¡Hay hiedras que adornan las caderas de la pupila!
¿Habrán semillas que puedan nacer de los aceros?
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