Me abandono:
en la inmensidad del páramo
en la densa niebla de los zapatos
en la triste y furiosa tormenta de los esqueletos;
ahora resulta que hablo con el desierto
y las cloacas dictan certámenes en la horca.
Me abandono:
en los pies olvidados de los ferrocarriles
en las sábanas del trasiego cenagoso
en los mohos de las raíces del candelabro;
ahora resulta que los féretros vuelan
y los acuíferos nacen de nuestras venas.
Me abandono:
en las oscuras faldas del volcán infausto
en los petates del ramaje de las iguanas
en las zarzas sonámbulas del hermetismo;
ahora resulta que desayuno cobres
y tomo de la herrumbre del plomo.
Me abandono:
en lo inhóspito del bulbo de los espectros
en la orquídea con olor a tiznes
en las lámparas fugaces del silabario;
ahora resulta que el eco destempla
y mi orgasmo corre hacia el abismo.
Me abandono, me abandonas...
y luego te recupero de entre las sombras.
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