Aunque todo cabalgue hacia el pronto relámpago de la
deshora.
Vos, con tu alma completamente rellena de sangraduras,
a plena luz de la fragua; nos volvemos a encontrar entre
anémonas,
nada de vuelta, salvo los cristales sucios del crepúsculo.
¿Hacia qué punto del universo se va nuestro aliento cuando
no hablamos?
(Los estanques brillan
oscuros, respiran desde adentro, agónicos.)
Dime qué haces cuando baja por tu mejilla un poco de
frío.
─Uno no se rasca cuando en los periódicos pica con fuerza la
muerte.
Más bien intercede para mezclar las nubes con la herida indecible
del vértigo.
¡Oh mi amor! El amanecer ya no nos dice lo que solía
decirnos.
Pronto, quizá seamos como el tocadiscos que reproduce solo polvo
o como aquel farol que se enciende y se apaga para no
atisbar ciertos desplomes.
¡Basta de meses tétricos, la noche no solo ofrece lobreguez!
─El día descuartiza las ganas de volver a despertar.
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