Iba una alegoría por el camino
y vestía un oscuro trajecillo.
Al pasar frente a una casa,
desde la ventana le habló una metáfora.
Le preguntó el por qué vestía ese trajecillo,
si era día alegre y no día de tristes fallecidos.
La alegoría con un chorro de lágrimas
y con voz lacrimosa y barquera, le dijo:
─Porque cada vez que salgo de mi casa
y no encuentro a ningún niño por la senda,
mi tristeza se convierte en un mar,
que rompe en olas negras de realidad.
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