Si has venido a contarme que hay otro río sin sepulcro
u otro peñasco que le crecieron alas y plumas por hablar del vértigo;
mejor pon tus palabras en esta linterna e ilumina el oscuro mar.
(A veces el silencio
abre una puerta entre la niebla,
el pájaro herido sabe
cuándo levantar el vuelo para partir,
partir con maquillaje
y hacer reír al primer niño que encuentre.)
Llevamos un espejo muy, muy adentro, en él yace el aliento,
a pesar de que en sus ángulos hay una ciudad sin corazón.
Siempre arrastramos el dolor como un ataúd en la frente
o como un navío atado al tronco de nuestra memoria.
Digamos que somos como los hilos del telégrafo
o como el viejo poniente que toca la misma canción.
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