En el andén las flores son un juego sin
inicio,
sin umbral, una oruga puesta a la orden del
ojo impúdico;
arden las claraboyas junto al jirón oculto
entre el crepúsculo.
Dime algo de ti, algo que no sea como el fango
atascado entre la noche,
vocifera hasta donde tu pienses que llegan mis
logaritmos. Espera el navío.
Juzga al musgo, exílialo si es posible a los
brazos tibios del raciocino;
luego ven a mi vergel, donde te harás la idea de cuánto vale cada flor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario