Confieso haber leído con los ojos vendados, letra pajiza,
vergel seco de girasoles, confieso haber leído con los ojos
vendados.
El añil era desmesuradamente auditivo, mis ojos cubiertos lo
escuchaban,
lo oían como gotas colándose entre los agujeros peludos de
un tejado inmerso en el olvido.
(Confieso haber visto
a un presidente cualquiera dando un discurso de imbéciles
y a un poeta vendiendo
su alma a la caja estúpida del dormitorio.)
Todo era una marcha de pájaros bobos con relojes
uniformemente fanatizados,
cada cuervo utilizaba bufandas con arreboles bordados. A
cielo raso,
un niño absorbe la única gota de agua, la única a la
redonda,
la única que dictaminaba con hipocresía el escritorio tatuado de burguesía.
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