Hacia mil novecientos sobresaltos,
bajó sin más un ser sin luz por la escalera del vacío:
la condena ya estaba establecida. Voz de almendra,
bajo las rocas la sombra y sus pequeños murciélagos de brea.
Ese ser de doble filo, bosque cortado de raíz y del
infinito,
vaga por las calles de mi pueblo, ese pueblo equidistante,
que existe solamente en mis grises pesadillas.
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