Alguien extiende sus alas pespuntadas de insomnio,
sueños póstumos masticables se tornan un jardín indecible;
la vida es un pedazo de trapo sobre el rostro de un ciprés cortado por la saliva ecuestre del viento.
(La maldita alarma suena como periódico estrujado en ayunas.)
Otra vez alguien extiende sus alas
y bebe del rocío amargo de amapolas profanadas por el pálpito envejecido del alba.
Resuena la lluvia como pájaro desplomado;
el vacío es un lugar oscuro teñido de brutales lamentos.
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