¡Brindo! Brindo por los hijos de la herrumbre,
por las moscas bordadas en la lengua de los océanos.
Cae la tarde como mendigo en un charco de huesos.
En el ojo del nahual, el silencio hace más ruido que usted,
usted dirá si tenemos que emigrar antes de jugar al
alambique.
Cantar. Susurrar como piedra en el mausoleo del espejo.
Si acaso la escarcha y el hartazgo del vértigo.
Si acaso los esguinces del pálpito y la diarrea del
patíbulo.
Seguimos aquí como girasoles girando en sentido contrario.
Lo demás ya lo sabe la sangre, el musgo menguante.
Alguien sangra bajo la amarga guillotina del vendaval.
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