Para: Teresa Juana Pérez Machado...
Entre las bóvedas celestes de la igualdad de género: me encuentro amarrando los racimos de amigos verdaderos, sofocando los malos prejuicios con la guillotina de la metáfora, haciendo portales en el aire, para poder transportar mi afecto hacia las personas que no queman mi espalda. Navegué hasta Valencia, España: encontrando una maravillosa amiga del alma, a pesar de que nuestros cuerpos están lejos de conocerse, somos los mejores amigos, apreciamos lo que hacemos, a fin de cuentas los amigos para eso estamos, ¿no es así? Sin embargo, en poesía siempre la siento a mi derecha, susurrando amistad, logrando plasmar un día más de vida en las murallas del entrecejo, caminando junto a ella y desechando las letrinas que dicen ser nuestros amigos. Sé, que la gaviota me llevó hacia la cuna de la verdadera felicidad. A veces pienso en los cuarteles de la infancia, siempre estaban conmigo en las buenas y en las malas; pero cuando se llega el momento de la verdad y los cuerpos maduran, muchos de ellos se creen: un presidente, un senador, un diputado, un general; obligando a su boca a cerrarse para siempre para los que eran sus amigos. Siento una brisa cálida que viene de muchas partes del mundo, es la brisa de los verdaderos amigos, de esos amigos que te acompañan en el dolor mismo, de esos amigos que siempre están ahí, aunque el tiempo sea el más difícil, aunque del cielo lluevan rocas pétreas, aunque la sequía abunde, aunque nuestros huesos vuelvan al polvo ensimismado del mar de los espectros...
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