Solloza la lápida morbosa de la lámpara en la triste cuneta del abismo,
desgarra el tímpano con su triste canto en medio del dintel del sonambulismo;
deja a merced de las sábanas el hollín de la herrumbre malgastada,
abre las ventanas para que entre el falo en forma de espada.
Mientras el cambio de tiempo logra apresar las manos de la viuda,
el incesante transeúnte que camina entre las llamas de la duda;
logra apagar su placer en medio de las cortinas de carne rosada,
y la mariposa no se atreve a salir de su capullo para ser amada.
La palabra motel se enciende y se apaga, demostrando las pocas ganas
de esta que trabaja de prostituta por obligación de alguien más fuerte;
sufre el cuerpo y el alma cuando arremeten dos violadores en la cama ecuestre,
me pregunto: ¿dónde está el derecho de cosechar en la columna campestre?
Finjo que este paradigma es un completo desafío para mi mente,
pero no por eso dejaré de pensar en el pesar de mis semejantes;
ahora doblego las piernas de la metáfora ante el único remedio,
sé que ayudará mucho el Todopoderoso en este cementerio.
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