Suspendida sobre el claustro de la noche te mostraste: Mostrando ilusiones, ostentando sueños, dejando que los cristales reflejaran tu luz, siempre a tiempo, llegas como abeja a su flor, satélite mío, cuerpo celeste en vestimenta de seda. La bóveda celeste te guardó como diamantes en caja de jade, la Caja de Pandora huyó, pues no pudo soportar tanta belleza proveniente de la creación. Los peces esperaron impacientes la entrada de tus zapatillas de cristal, se deleitaron, tomaron fotos y las revelaron, para guardarte en su álbum favorito. Ahora yo te guardo en mi costal de letras, ya que soy un pobre humilde, pero disfruto de las maravillas de la naturaleza, naturaleza que todavía guarda su amatista, amatista que vale mucho, ya que todos los seres humanos necesitamos la jungla para seguir viviendo y cargando nuestros tanques con aire puro. Pienso en cuándo volveré a ver tus vestidos azules, pienso cuándo tendré la oportunidad de estar junto a ti, creo que ya lo estoy, permíteme morder una parte de ti, para que mi paladar guarde tu fragmento para siempre. Sin embargo, paso de largo cuando alguien hace humear su pipa, contaminando mis y los pulmones del orbe. Veo el mar doblegado ante tu inmensa estatura, estatura que logras cada vez que te vuelves llena, sí, llena de espejos que reflejan los rayos de luz de tu amado, amado que se encuentra iluminando la otra parte del mundo, evaporando las últimas gotas de lluvia que yacen en este cementerio en forma de desierto...
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