Bien apurado llegaba al colegio,
en el 2001, hace poco tiempo.
Formados frente al pabellón
y a ciertos harapos,
entre bromas y bromas
gloriosos días aquellos.
Despertábamos en pupitres
de dos en dos,
nos miraban los buitres
y los ojos de Calderón.
Cuando comenzaba la clase
se despedía Morfeo
y surgía como chispa
la otra cara de la base.
Suena el timbre, ¡al fin!
Recreo, mangos locos, ¡qué emoción!
Jugábamos al balón, ¡qué explosión!
Luego nos íbamos con las chibolas
a quebrar los chirolones del gordo.
Mientras comíamos las pupusas
pasaban las chicas con sus blusas,
nunca picamos el anzuelo
sólo admirábamos su vuelo.
En esos días no perdíamos
ni entregábamos -la virginidad-
pues a los 12 años,
amábamos la libertad.
Y sin duda preguntarán:
¿Qué era lo más divertido?
Sólo observar a parejas de pájaros
construyendo sus hermosos nidos.
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