Pretendo fingir que no duele.
Pretendo cerrar mis párpados
y soñar con la tierra
que no es de este lugar.
Pretendo fingir que no existo.
Pretendo abrirle las ventanas
a la ceguera urbana,
mientras observo cómo los niños
agonizan frente a los andenes;
pretendo fingir que no me afecta.
Pretendo fingir que no me importa.
Pretendo escribirle a la nada
con mi pluma sin tinta
y mis manos sin dedos.
Pretendo no pecar de fanático apasionado.
Pretendo agarrarme del agónico
suplicio de la bandera
que ya ni tiene asta ni color
y pretendo no agazaparme frente al fetiche
que de igual manera: está y no está.
Pretendo fingir que navego en este chagüite.
Pretendo pescar unas cuantas sílabas
y hacer de la pecera un lago de paradojas,
una sin tiburones, pirañas y tarántulas.
Pretendo fingir que me alejo de esta realidad.
Pretendo no oír ni escuchar como los demás,
por eso no me quedo callado
y grito a las ocho vientos mis vértigos
que nacen de la naturaleza ya muerta.
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