A veces el amor se vuelve un juego de cadáveres.
Surge el aroma del horizonte, mientras yo acudo al abismo.
En lo imposible del túnel: la luz que se cuela junto al hijillo,
¿cuándo el perfume será natural como los pétalos
y deje de ser un abrupto para las fosas nasales de las piedras?
Sin mesura, el rocío que nace de la verde neblina
-sabe a caramelo-
luego como fluido se desliza por el tallo
y cae como si nada en el pecho de la grama;
abre agujeros y por encima de todo,
las navajas salen como cohetes y asesinan el momento.
Son tantos los despojos que se aglomeran
y tantos los alelíes que pierden su polen temprano.
Al fin y al cabo, las campánulas aprenden de las hiedras
y los claveles de las plagas de luciérnagas transitorias.
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